Venus del espejo, 1647-165, Diego Velázquez - Key facts. The National Gallery, London. Retrieved on 25 June 2013., Dominio público, Recuperado de: https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=984326
Las psicólogas clínicas estadounidenses Pauline R. Clance y Suzanne A. Imes acuñaron el síndrome del impostor en 1978, al publicar The imposter phenomenon in high achieving women: Dynamics and therapeutic intervention (Clance & Imes, 1978). Se describe como el fenómeno psicológico por el que personas competentes se sienten incapaces de internalizar sus logros, se perciben como un fraude y no creen en su propia competencia. Es algo que se encuentra con frecuencia en mujeres de éxito en sus carreras profesionales.
Guarda relación con el denominado efecto Dunning-Kruger, sesgo cognitivo descrito en 1999 por los psicólogos sociales estadounidenses David Dunning y Justin Kruger en Unskilled and unaware of it: How difficulties in recognizing one's own incompetence lead to inflated self-assessments (Kruger & Dunning, 1999). Muestra cómo los individuos incompetentes tienden a sobreestimar sus habilidades, mientras los que son altamente competentes tienden a subestimar su habilidad en relación con la de otros.
Como dice la investigadora y psicóloga cínica estadounidense Beatrice Beebe, “la mayor parte de la investigación es una búsqueda de nosotros mismos”, porque los científicos investigamos lo que más nos desconcierta (Beebe, citada por van der Kolk, 2015, p. 124). Así yo misma en mis años de docencia universitaria como arquitecta, me sentí interpelada por un efecto extraño que percibía como una rara fascinación del alumnado por los profesores, pese al desdén con el que eran tratados por ellos. Es de común conocimiento de los arquitectos suelen ser conocidos como profesionales cultos y también narcisistas, así que dedique los años de investigación de mi tesis doctoral a investigar sobre ello, con más de mil encuestas a alumnos y profesores en siete provincias del territorio nacional español. No me extenderé en los resultados de la tesis, que puede ser libremente consultada sino en las intersecciones con estos efectos descritos.
Partía del presupuesto de que las mayores capacidades emocionales del profesorado resultarían en una mejor valoración de los docentes por parte del alumnado, pero para mi sorpresa encontré que cuanto más narcisista y alejado de sentir de los alumnos era el docente, mayor valoración se les daba. Lo denominé efecto estela (Barrios, 2016), por su similitud con la estela del alumnado tras la estela luminosa del profesor narcisista. Suele suceder que diversos sesgos están relacionados entre sí, y son abundantes las conexiones de este efecto con otros descritos en la literatura científica.
Efecto estela, fuente propia, adaptado de Barrios, 2016.
Para lo que nos ocupa, y es cómo se muestra ese efecto en las mujeres, hubo otro resultado curioso: las mujeres no tienen la misma presencia en estas actitudes, se valoran a sí mismas con extrema prudencia al considerar que los demás también lo hacen. Lo denominé efecto Venus (Barrios, 2016), por el que la mujer se desdibuja en su autovaloración, lo que ayuda a explicar el androcentrismo en los puestos de trabajo de mayor nivel, y la infrarrepresentación femenina.
Correlaciona también, y entre otros, con el efecto Venus de psicología de la percepción (Bertamini et al, 2003, p. 593), del psicólogo italiano afincado en Inglaterra Marco Bertamini, según el cual el espectador de un cuadro asume que la Venus que se mira en el espejo (Venus del Espejo de Velázquez, por ejemplo) se está mirando a sí misma, porque ven su rostro, cuando en realidad está mirando al pintor o espectador.
Las mujeres tenemos ciertas dificultades en nuestra manera de ver el mundo en relación con nuestra propia valoración. Y el mundo acepta esa valoración sin discutirla demasiado. Por ello el famoso techo de cristal, en parte, está propiciado y motivado por nosotras mismas, que a veces de manera natural cuidamos a los demás, y no nos paramos a darnos cuenta de que quizá los hombres en general no lo hacen de la misma manera. Para cuando lo hacemos en ocasiones estamos tan enfadadas que la reacción es abiertamente reactiva, pero un mejor conocimiento de los comportamientos habituales nos haría conectar más con nuestro valor, sin necesidad de llegar a esas cotas de desigualdad, actuando previamente de manera proactiva.
Efecto Venus, fuente propia, adaptado de Barrios, 2016.
Mi propia experiencia personal contribuye a la comprensión de este efecto, y la comparto con cierto pudor pero con manifiesta conciencia de su valor biográfico. Mi marido es un hombre maravilloso. Durante años me dediqué a hacerle brillar, a impulsarle en su carrera, sin pensar demasiado si él hacía lo mismo o no. Hoy tiene cuatro carreras y dos doctorados. No fue hasta que tuve los 40 que me di cuenta de que yo misma había perdido mi propia luz, y no porque él me la apagara. Sencillamente mi prioridad no era yo, eran él y los niños. Con los años he visto muchas otras compañeras a las que les ha pasado algo parecido, y contemplo con asombro y comprensión un gran número de mujeres profesionales silenciadas por la historia. Ahora vivimos en un momento en que nos damos cuenta de la riqueza de la diversificación, más que perder energías en discutir injusticias, y levantamos la mirada más allá de ese techo de cristal, que probablemente solo con nuestra mirada podamos traspasar, porque nuestra mirada es inmensa.
En alguna conversación con altos directivos de empresa, me han confirmado cómo, según su experiencia, cuando se le ofrece un puesto de trabajo muy cualificado a una mujer sobre alguna materia que le pueda resultar no muy afín, con frecuencia lo rechazan porque son mucho más responsables que los hombres, y consideran que no están suficientemente preparadas para ese desempeño. Sin embargo, un hombre de inmediato dice que sí, y ya verá luego como lo resuelve.
Si yo hubiera sabido todo esto en su momento, no habría pasado tantos años apagada; es nuestra responsabilidad conocer nuestras tendencias naturales, biológicas o culturales, y trabajar con ellas por un mundo más plural y más equilibrado, formando a nuestros hijos. Por ello escribo estas líneas, que quizá algún día podrán ser de utilidad a alguien.
Referencias
Barrios, L. (2016). Efecto Estela. Modelo del Espectro Magnético Personal. Diagnosis Emocional como sistema de Innovación Educativa en la formación universitaria en taller de Proyectos de Arquitectura. [Tesis doctoral]. Universidad de Alcalá (UAH). http://dx.doi.org/10.13140/RG.2.2.34716.08322
Bertamini, M. (2014). Understanding what is visible in a mirror or through a window before and after updating the position of an object. Frontiers in human neuroscience, 8 (Article 476), pp. 1-5. doi: 10.3389/fnhum.2014.00476. Recuperado de: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4073306/
Clance, P. R., & Imes, S. A. (1978). The imposter phenomenon in high achieving women: Dynamics and therapeutic intervention. Psychotherapy: Theory, Research & Practice, 15(3), 241. https://psycnet.apa.org/doi/10.1037/h0086006
Kruger, J., & Dunning, D. (1999). Unskilled and unaware of it: How difficulties in recognizing one's own incompetence lead to inflated self-assessments. Journal of Personality and Social Psychology, 77(6), 1121–1134. https://doi.org/10.1037/0022-3514.77.6.1121
Van der Kolk, B. (2015). El cuerpo lleva la cuenta: Cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma. Eleftheria.
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