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Foto del escritorLoreto Barrios

Teoría del Vacío II: narcisismo en las redes sociales y violencia juvenil

Actualizado: 9 jun


Photo by <a href="/photographer/matchstick-35050">Martin Walls</a> from <a href="https://freeimages.com/">FreeImages</a>


Vuelve a sobrecogernos un episodio de violencia juvenil. Esta vez una adolescente de 16 años ha acabado en la UCI tras la agresión de un grupo de menores irritados porque la hermana de la joven es bastante popular en las redes sociales, con más de 5.000 seguidores en Instagram. Sucedió el pasado 5 de julio en Meco, municipio de 14.000 habitantes situado al este de la Comunidad de Madrid.

Recordemos el mito griego de Narciso, tan enamorado de su propia imagen reflejada en el agua, que fue incapaz de amar a nadie más. De ahí deriva el término narcisista, tan usado hoy para referirse a las personas vanidosas y ególatras, necesitadas de admiración y faltas de empatía. El narcisista se dedica a inflar su propio ego en vez de contactar con su vacío interior y sanar sus desajustes emocionales, de lo que hablamos en el anterior artículo de la Teoría del Vacío.

Hay investigaciones que evidencian una clara relación entre un patrón de uso de las redes sociales dirigido a proyectar una imagen personal, y características de la personalidad narcisista. En definitiva, está muy relacionado con problemas de autoestima, lo que para el adolescente es una circunstancia especialmente vulnerable, al encontrarse buscando sus propios modelos y basarlos muchas veces en el grupo externo.

Al carecer de propósitos más elevados que ellos mismos, la dependencia del número de seguidores o los “me gusta” obtenidos se convierten en el verdadero sentido de su identidad. Por tanto que otra persona sea notoriamente más popular la convierte en una amenaza para el propio ego, ya que me recuerda constantemente mi poco valor frente al otro, convirtiéndose las redes sociales en un escenario narcisista de competición individual.

Como padres tenemos la responsabilidad de formar a nuestros menores en una sana autoestima, de forma que no haya una dependencia morbosa de la apreciación de los demás, lo que llamamos deseabilidad externa, que convierte a nuestros hijos en víctimas y verdugos de dolorosas situaciones.



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