Ayer hice con mis hijas una salida a #Brihuega, localidad castellanomanchega de Guadalajara, que menciona Camilo José Cela en Viaje a la Alcarria, y a tan solo una hora de Madrid.
De origen celtibérico, siglos antes de Cristo y de la romanización, desde hace unos años es conocida por las plantaciones de espliego en los campos aledaños, planta de la que se extrae la #lavanda. El pueblo entero es un homenaje a la lavanda, con multitud de puestos de productos relacionados; incluso puedes tomar una deliciosa tarta de lavanda en La Celestina, en la Plaza de San Felipe, que acompañé con limonada de lavanda.
El paseo es un regalo para los sentidos; te inundan el color, el aroma y el zumbido de las abejas. Fuimos al amanecer, porque aunque la mejor hora es el atardecer por los tonos del cielo con el malva de los campos, la afluencia de turismo es abrumadora, y eso que este año no se ha celebrado el #FestivaldelaLavanda por razón de la pandemia. Eso sí, hay que ir en julio, con los campos en flor, antes de final de mes, que es cuando se produce la recolección.
Pero Brihuega tiene además mucha historia digna de apreciarse. Entre otras, vimos la Iglesia de San Felipe románico del s. XIII, con un curioso rosetón en forma de estrella de seis puntas, que nos recuerda la España de las tres culturas. También visitamos las denominadas cuevas árabes subterráneas en la plaza del Coso, con enormes tinajas cerámicas, en las que pudimos comprobar el poder de la geotermia, pues se mantienen a unos 12 ºC de forma natural.
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