El martes 12/04/2022 fui con dos de mis hijos a ver el Dolmen de Soto, en Trigueros, provincia de Huelva.
Un dolmen es una estructura prehistórica megalítica construida por varias losas de piedra dispuestas de manera vertical, y otras horizontales dispuestas sobre ellas, con un sentido generalmente funerario. En ocasiones se cubren de tierra para colocar las piezas finales, por lo que el resultado final por fuera es lo que se denomina un túmulo, un montículo artificial, nada espectacular en apariencia.
Este en concreto está datado en torno al 2.500-3.000 a. C., en el neolítico, y disponía de ocho cuerpos con sus ajuares, marcados con distintos símbolos grabados en las piedras bajo las que se hallaban. Parece que los grabados pertenecen a piedras reutilizadas de una construcción unos milenios más antigua. Algunos son formas bien reconocibles, como los tres círculos de la tercera imagen; otros son apenas perforaciones de un par de cm que en arqueología se denominan cúpulas, junto a las que me senté.
Aunque se descubrió hace 100 años, su apertura al público como se puede ver ahora es desde hace apenas unos 9 años, y ha pasado por diferentes vicisitudes, construcciones de viviendas encima, entre otras. De hecho el mayor esfuerzo investigador se hizo de una manera serendípica, pensando que era el enterramiento del sabio persa de los s. VIII-IX Al-Juarismi, que dio nombre al algoritmo y es considerado padre del álgebra e introductor del sistema de numeración arábigo, el de los números que manejamos a diario. Resultó ser un error que mereció la pena, el descubrimiento no fue menor.
La impresión viene al penetrar el espacio interior subterráneo. El acceso varía en angostura y altura, desde los 0,82 a los 3,10 m de anchura de la cámara final, produciéndose ese efecto que en arquitectura denominamos compresión-descompresión. Está orientado, como otros monumentos, de forma que en los equinoccios (dos veces al año, en primavera y otoño), el primer rayo de sol avanza por el corredor e ilumina el fondo de la cámara durante unos minutos.
Al quedarnos solos mi hija aprovechó para poner una parte de El lago de los cisnes, de Chaikovski.
El centro de recepción llama la atención por su diseño y ubicación, armónico con el dolmen, tan enterrado que si no sabes dónde está, no te percatas de su existencia. Un camino horrible y unas tierras preciosas, una visita muy recomendable.
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