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Foto del escritorLoreto Barrios

Marruecos (I/V)

Actualizado: 11 jun 2022



Lo primero que te sorprende al viajar al desierto de Marruecos desde Barcelona es el contraste entre el azul del despegue y el cobrizo del aterrizaje; hasta las pistas son de color arena.




El desierto en general no es de dunas, sino plano y pedregoso, atravesado por serpientes verdes de vegetación en torno a las vías de agua. El valle del río Ziz es uno de esos vergeles rodeado por desierto a los pies del Atlas, el sistema montañoso del noroeste de África. Se encuentra en la provincia de Errachidía, donde aterrizamos, al sureste de Marruecos. Al palmeral del Ziz se le estiman varios millones de palmeras.




A lo largo el viaje nos iban recibiendo en distintos lugares músicos y bailarines aborígenes interpretando gnawa, de origen sagrado y espiritual, y muy repetitiva, con objeto de inducir al trance.



La zona es rica en yacimientos de fósiles que datan de cuando el mar cubría estas tierras hace millones de años. En determinadas zonas del desierto es de lo más normal pasear entre rocas sembradas de amonites, trilobites y orthoceras, que también te encuentras en numerosos lugares de las edificaciones, como el seno de un lavabo, elaborados por numerosas canteras y negocios locales.




Este viaje forma parte de Dessert Women Summit, compartida por más de un centenar de mujeres y repleta de ponencias, visitas y experiencias físicas del tipo meditación, yoga y otros ejercicios más dinámicos en el hotel y en la naturaleza, como la marea rosa de la Carrera de la Mujer.



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