El sábado salí a una ruta con mi club de montaña, el plan era ir a la Cueva de las Brujas, en La Pedriza, partiendo de la Senda Maeso de Manzanares el Real, al pie de la Sierra de Guadarrama, al noroeste de la Comunidad de Madrid.
Por el camino visitamos rocas singulares como El Elefantito, o La Muralla China, a la vuelta; el trayecto estaba sembrado de sitios interesantes y con cierta dificultad, lo que con buen tiempo resulta un entretenido parque de atracciones natural; yo lo pasaba bien salvo por el frío de la ropa empapada. Otro de los aprendizajes de la jornada; la ropa y calzado impermeables solo lo son durante un rato.
Lo cierto es que el tiempo no acompañaba, estábamos a unos 4ºC, con lluvia, niebla, e incluso nieve, lo que para un descenso por las rocas tiene riesgo de resbalones y caídas.
Y así sucedió, a la vuelta me patinó un pie, y la otra rodilla se quedó atrás, lesionándose. Los compañeros llamaron al 112, pero el helicóptero no podía subir por la niebla. Avisaron a un equipo de Bomberos de la Comunidad de Madrid para que me rescataran en camilla y me bajaran a la zona donde el helicóptero sí tenía acceso. Mis compañeros, muy veteranos ellos, querían que me quedara a resguardo hasta que llegaran los bomberos, pero en cuanto me paraba entraba en hipotermia, porque llevaba horas con la ropa empapada, así que preferí ir bajando a su encuentro.
Si un descenso con dos piernas y brazos sobre rocas húmedas es delicado, no os quiero contar lo que es cuando no puedes apoyar una de las piernas, aún tengo agujetas en el tren superior. Y si digo que mis compañeros estuvieron espectaculares cuidándome, me quedo corta; se iban turnando para hacerme de muletas de dos en dos, ponerse pendiente abajo y arriba para sostener o retener, y para ellos también fue muy cansado, pero con una sonrisa y haciendo chistes, algunos a mi costa, los joíos. Nada que envidiar a cualquier fuerza de élite.
Por no hablar de los bomberos, profesionales donde los haya, y encantadores a más no poder, y eso no es profesionalidad, es humanidad. Entré en hipotermia en cuanto me tumbaron en la camilla, y se dedicaron a taparme con sus propios plumas y prendas de abrigo. Helicóptero hasta la base de Manzanares, donde me recogió una ambulancia.
Allí derrocharon amabilidad los compañeros de Protección Civil de Manzanares, que fueron los que me llevaron al Hospital de la Paz, donde los celadores tampoco dejaban de sorprenderme por su calidez.
Total, varias horas de hipotermia después, empecé a recuperarme del frío en urgencias, y eso ya fue otra cosa. Para mí fueron a pie 8,73 km, 6h y 607 m de desnivel acumulado. Ahora solo queda dar las gracias a todo el mundo, reponerme de la lesión, y reflexionar sobre las le
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