El pasado miércoles 20/07/2022 recorrimos la muy noble y leal Zamora, la bien cercada, como se la conoce por su muralla medieval de los s. XI-XIII, y así nos lo recuerda el romance de Doña Urraca, hija de Fernando I, quien fuera rey de León en el s. XI.
Allá en tierra leonesa un rincón se me olvidaba, Zamora tiene por nombre, Zamora la bien cercada, de un lado la cerca el Duero, del otro peña tajada. ¡Quien vos la quitare, hija, la mi maldición le caiga!
No tuvimos ocasión de ver las 23 iglesias de románico castellano con las que cuenta su extraordinario patrimonio arquitectónico, ni el interior de la catedral, pero sí disfrutamos de algunas cosas.
En la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva, de los S. XII, XIII y XVI, en la Plaza Mayor, hay un monumento al Merlú, la pareja de cofrades que convoca a los demás hermanos para iniciar la procesión. La obra es de Antonio Pedro Yéboles, 1996.
Paseando por la ciudad no es extraño que te sacuda el aroma de enormes higueras silvestres, caminando hacia la catedral.
El Mirador del Troncoso tiene unas espectaculares vistas sobre el río Duero y su puente medieval de piedra, que es parte de la calzada romana y el camino de Santiago.
Por aquí y por allá te sorprenden versos grabados en las paredes o en un vidrio, como los de Claudio Rodríguez, zamorano andariego que gustaba disfrutar del rumor del río en su ciudad del alma.
Todos llevamos una ciudad dentro,
Ciudad que nos alienta y nos acusa.
La ciudad del alma.
Calles, sonidos de campanas y de pasos,
y la luz,
sobre todo el aire,
el temple del Duero,
las piedras que nos fecundan.
La catedral románica del s. XII tiene una peculiar cúpula de escamas, el cimborrio sobre el crucero, que sirvió de modelo a otras posteriores de la zona.
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